LAS ENSEÑANZAS MÁGICAS DE EL GORRIÓN NEGRO

Lena Yau


Dolorito le tenía miedo a la tele.

Sabía que el manual de instrucciones para vivir salía de esa caja cuadrada.

No le contaba estas cosas a nadie, no quería que lo pensaran loco, mentiroso, charlatán.

Que la tele le hablaba era un hecho y que le daba órdenes también.

Lo descubrió una madrugada en el Bar Discotheque Guaribe Blue.

En la pared de la barra, soportando figuritas de San Pancracio y dos plantas de sábila atadas con tiras rojas, un televisor escupía imágenes.

Dolorito se acercó para pedir un whiski.

Miró el monitor.

Una chica semidesnuda invitaba a los televidentes a concursar vía telefónica.

Había que resolver una sopa de letras.

Dolorito escuchó con claridad: Moreno, llámame.

Leyó en el panel: Dolorito, ve a California.

Pagó el trago sin consumirlo.

Salió espantado del chupicentro y juró nunca más volver a beber otra cosa que no fuera agua.

Al día siguiente, mirando las carreras de caballos, volvió a ocurrir.

Se disputaba la cuarta de la tarde y el locutor soltó:

Dolorito, las jacas nunca ganan. Apuesta a tu yegua.

Se cayó de la hamaca, se golpeó la cabeza y tras hacer un puñado de cruces gritó que jamás jugaría el dinero de la casa.

Dejó de ver tele pero no sirvió de nada.

Cuando cerraba los ojos para dormir soñaba con pantallas.

La protagonista de la telenovela del momento, Rubinia, le decía que no pensara en ella libidinosamente, que eso era muy feo.

El cura le pedía que fuera a misa a tocar la guitarra.

La abuela lo invitaba a querer a ese dechado de virtudes que era su suegra.

Durante la publicidad la cosa no cambiaba.

El jingle del anuncio de café le cantaba que le llevara el desayuno a la cama a su mujer.

Un W.C le rogaba que lo limpiara más y más.

Un bote de desinfectante de lavanda le prometía hacer feliz a su nariz.

Una azafata le exigía que llevase a toda la familia a Aruba.

Dolorito se estaba poniendo muy nervioso.

Los mensajes no cesaban.

La radio y las vallas publicitarias se habían sumado a la campaña y no paraban de llamar su atención.

Se sentía dentro de un laberinto de imágenes parlanchinas regidoras de su conducta.

Las imágenes lo rodeaban, lo acosaban, lo ponían contra la pared.

Él accedía a requerimientos que parecían infinitos.

Estaba agotado.

Necesitaba huir pero no sabía cómo hacerlo.

Mirando tele mientras soñaba descubrió la solución.

El animador del programa sabatino le contó las propiedades milagrosas de un detergente de lavar ropa.

Quita las manchas sin dejar rastro.

Es como magia.

Deberías intentarlo, Moreno.

Esta vez, Dolorito leyó entre líneas.

Ajá. Magia es lo que necesito.

Compró una caja de detergente y se puso a ensayar trucos.

Se metió en la ducha y se lavó con el jabón.

No desapareció.

Llenó la piscina inflable y se puso de remojo.

Quedó arrugado como una pasa y con las mucosas escocidas pero seguía allí.

Pidió la ropa de toda la familia.

Incluyendo a mujer, hijos, cuñados y a la suegra que ahora adoraba.

La puso a hervir con el jabón en una olla industrial.

El agua borboteó espumas.

Una película irisada cubrió la boca de la olla y fue inflándose poco a poco hasta levantarse una pompa colosal.

Dolorito se llevó las manos al rostro intentando protegerse de una explosión inminente pero la burbuja, lejos de explotar, citó:

“A veces el asunto va así: la magia está en otra parte”.

La esfera ingrávida lo engulló de un bocado y flotó con él en sus entrañas.

Se convirtió en un gorrión negro y tras muchas horas de vuelo, lo escupió y lo dejó caer.

Dolorito aterrizó en una calle de Los Ángeles.

Sintonizó la radio y la tele.

Miró las vallas.

No había mensajes para él.

Ahora trabaja para la mueblería de un chino.

Muchos kilómetros atrás, en su otrora casa, su mujer sonríe feliz.

Tiene un marido nuevo al que convirtió en enano.

La recorre por dentro como si fuera un hámster.

Sabe justo donde tiene que dejarse resbalar.

Las ideas de mandar a Dolorito a paseo y de buscarse un amante de accionar localizado se las dio un escritor americano.

No hay nada como una buena biblioteca.

Y una bruja de confianza.



http://milorillas.blogspot.com/

5 comentarios:

  1. "No hay nada como una buena biblioteca.

    Y una bruja de confianza"

    Lena sos grandiosa, simplemente eso, para que te pongas como un tomate.

    Morí con Dolorito, brotan "doloritos" por todas partes...

    Besos genia!

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  2. Las virtudes de los enanos no son todas mitológicas. Las tuyas, Lena, ni falta hace que te las recuerde. Eres una genia. Sabes donde dejarte resbalar. Incluso en burbujas que son más peligrosas mientras no explotan...
    Un beso!

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  3. Qué mágica sorpresa. Felicidades.

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  4. Que derroche de imaginación, estupenda la crítica a toda la farándula de la pequeña pantalla, es el medio que menos me convence, salvo para ver la retransmisiones de ciclismo, único deporte que practico y me gusta ver. Si bien Perico Delgado es perfecto para dormir la siesta.
    Besos desde la chistera.

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  5. Demasiado bueno; de hecho ya me encariñé con Dolorito.

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