¿OCURRIÓ?

Iván Niño




Uno no tiene idea de lo que le puede pasar en la vida, así que aquel mediodía, cuando entré en esa tiendita ubicada en una de las transversales del boulevard y atravesé el umbral de su pesada puerta por primera vez en mi vida, fui a encontrarme con algo que al terminar el día no sabía a ciencia cierta si había, siquiera, sucedido. Lo único que puedo garantizarles es que la vida siguió a pesar de que ya no era yo quien la vivía. Ocurrió así:

Tras dar tres pasos hacia el viejo mostrador de vidrio y perfiles de aluminio, típico de los años ochenta, fui aproximándome a un tipo de más mediana edad que yo y que mostraba una mueca burlona de pírrica victoria tras mi traspiés con el chiste del balde de agua falso que lo recibía a uno al atravesar la puerta. Ya incorporado, me vi reflejado en paredes de espejo mientras intentaba encontrar la fuente de la que emanaba un desagradable olor muy parecido al que se respira en las peluquerías: una vaina «cloacal» y en esas estaba cuando noté que sobre mi hombro reflejado se asomaba una figura femenina que no divisé al entrar, pero que ahora estaba allí. Me giré rápidamente para verla directamente y ya no a través del reflejo y al hacerlo me descubrí desconcertado: ella ya no estaba allí, me volví hacia el espejo y allí estaba de nuevo, así que pensé: «¿Coño, qué vaina es esta?» Al girarme de nuevo sólo lo hice un poco, lentamente, como si estuviera tratando de engañar a un niño con el que jugaba a las escondidas y me encontré ante la mueca burlona del viejo chistoso de mierda, ¿era él quien olía tan mal u otra de sus bromas pesadas? «¡Qué fetidez de mierda!» Pensé o no sé si lo dije, igual seguía allí, callado con su sonrisa de payaso en plan de retiro, igual terminé de girarme y nuevamente la chica no estaba.

Empezó a costarme disimular mi desconcierto, sabiéndome observado por ese viejo de mierda; lo que más me inquietaba era que conocía a esa chica, era una de esas caras familiares que de pronto asaltan la memoria aunque uno no logre precisar de dónde, pero sin duda, no era de allí de dónde la conocía, lo que empeoraba la situación. Mi mente giraba como un disco duro tratando de ubicar un archivo cuya ubicación y nombre no recordaba, así que sentía una especie de corto circuito mental.

Terminé comprando como un autómata el encargo y salí de la tienda con una amarga sensación de engaño, deseando regresar y golpear al viejo de mierda hasta que confesará qué clase de truco hacia para que aquella chica apareciera y desapareciera de aquel modo. En todo momento me sentí ridículo, era como si no hubiera estado realmente allí o ese viejo de mierda y la chica fueran espejismos de mi memoria, uno de esos fantasmas que dicen habitar dentro de uno.

No había andado ni media cuadra cuando sentí un abrupto y agudo dolor de cabeza, la imagen de aquel viejo de mierda regresaba, la chica estaba detrás de él, como una sombra, sonreía, lucía deslumbrante; agité mi cabeza para despejarla de la imagen, pensé que me habían drogado con una de esas vainas que usan para aprovecharse a voluntad de uno, pero aún me sentía consciente de lo que pasaba. Me detuve, me recosté de un carro estacionado y encendí un cigarrillo. Al acabarlo, decidí volver, ese viejo de mierda no me iba a joder a mi.

Apenas atravesé la puerta el viejo de mierda se mostró contrariado al no ver ninguna reacción de mi parte por la bromita del balde falso, como si acaso un chiste repetido hiciera la misma gracia que la primera vez que se escucha. Solté la bolsita en la que tenía el regalo, saqué mi nueve de la cintura. Sentí el frío del metal y ya me imaginaba como estallaría su cabeza cuando le diera justo en la frente. Me aproximé a paso acelerado y lo tomé por el cuello de la camisa. Desconocía la fuerza que estaba teniendo en ese momento, nunca antes había reaccionado de tal forma. Pero justo cuando estaba a punto de disparar, en el reflejo del espejo detrás de él reapareció la chica, sostenía un cigarrillo, me miraba como si estuviese esperando que hiciese lo que me proponía. No lucía asustada ni algo por el estilo. Estuve tentado a voltearme pero el viejo comenzó a gritarle. Le pedía que hiciera algo y yo sólo tuve una breve visión de una sonrisa cómplice cuando halé el gatillo para callarlo, no recuerdo el ruido del disparo. Hubo más bien un extraño silencio. El desvanecimiento del viejo fue inmediato. Lo solté dejándolo caer y me giré completamente al notar que la chica ya no estaba en el reflejo. Se había ido con la vida del viejo de mierda y supe que no volvería a verla nuevamente.


Salí sin sentir ningún remordimiento, cómo si nunca hubiera estado allí. Nadie pareció escuchar el disparo, nadie notó mi presencia. Ahora estaba en mi casa, ante una taza humeante de café con leche y un cigarrillo en la mano. El humo ascendía como en una filmación de documental. Mi novia llegó y todo parecía normal. Hablé con mi madre media hora al teléfono, mis sobrinos llamaron para pedirme entradas para un concierto al que querían ir y yo esperaba que algo ocurriese cuando el noticiero empezó con la crónica roja del asesinato certero de una pareja de comerciantes en el boulevard: un viejo y una joven, hecho ocurrido en una tienda de magia.


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